Santos Guada se nos presenta con una colección de dibujos, guaches y acuarelas en Sokoa. Y lo que al principio parece una muestra excesiva y varla, se nos presenta tras su contemplación como un catálogo del buen hacer del autor.
Su obra es sencilla y, al mismo tiempo, resulta ambiciosa. Mucho nos gustan los dibujos. Santos Guada con el trazo, y sobre todo con el diseño, nos introduce en unas estampas vivas, llenas de humanidad y una ternura que nada tiene que ver con el ternurismo de fácil reclamo. Su habilidad reside en que los dibujos resultan muy espontáneos y mucho tememos que son producto de un gran esfuerzo y tenacidad. De ahí su importancia, su oficio, su técnica, que va más. allá de la simple ilustración. El dibujo de los dos muchachos caminado de espaldas es de una belleza plástica importante. El colorido añadido, una especie de tenue arco iris hacia el que caminan, es como un significativo mundo que se les ofrece pero allí en el trazo, en el aspecto de estos dos adolescentes está la fuerza magistral de la vida de Santos Guada les infunde. Hay también en esta muestra algún dibujo casi puntillista y alguna tentación naif, un buen conjunto de telas que reflejan el carácter impresionista de su quehacer. Árboles y campos de dimensiones todas, abiertos en unos colores vivos y nada llamativos. La vida es el color y así parece definirlo la obra de este autor.
La vida es la gran protagonista de la obra de Santos Guada y el color es lo que insufla al quehacer artístico su llamada, su provocadora sugerencia, las tonalidades son suaves, pero terriblemente profundas. Es como si de una pintura sensible al espíritu se tratase, pues de simple aproximación, nace como una corriente de ansia por ver más y contemplar mejor cada una de sus obras; optimistas estampas de un mundo hecho de vida vegetal adornado por un sol que abarca las tonalidades del arco iris y precisado por la traza segura de la sencillez.
Importante de verdad, esta muestra de Santos Guada.
J.A.C.
La Actualidad Económica. 25 enero 1977