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Atravesando los juncos ves directamente el mar.

Entre las cañas, sobre la arena blanca y fina, hay una larga pasarela de tablones de madera que, casi recta, lo conduce a pocos metros de la orilla.
El resplandor dorado del sol decreciente, tiñe las aguas tranquilas en infinitas versiones de amarillos y naranjas; los azules del agua, los azules del cielo, acogen estas tonalidades de la tarde, igual que la arena que orna sus blancos a rosados acentuando el efecto de las sombras por la luz del rasante del sol.

Y te sientas.

Te sientas a contemplar este regalo de despedida de un día maravilloso que se va.

El momento te atrapa.

Entre los perfiles del horizonte que, tímidamente deja intuir las luces de Tánger, las primeras luces de la noche.
Al pie del mar, sobre una toalla fina de algodón, entre pinceles y papel blanco, sobre la arena, una silueta se afana rápido en plasmar el momento, en conseguir que un instante sea eterno, en buscar guardar la sensación impresionista de la luz sobre el mar, sobre la arena, todo dentro de un trozo de papel.
Atrapar ese momento para siempre, un instante caprichoso de luces y formas que la vida nos regala.

Hoy llueve y el día es gris.

En mis manos tengo una acuarela sobre papel. Tengo el reflejo de la luz sobre el mar y sus murmullos, la arena dorada por la tarde, los sonidos del agua, de la noche cercana y esos increíbles cielos…
Me llena el espíritu de alegría y agradezco al autor, Eduardo Santos, haber atrapado un instante en el tiempo, agradezco su arte, su capacidad para captar la sensación de la luz sobre las nubes y transmitir la alegría del recuerdo de un momento inolvidable. Me hace sentir la brisa del agua, la brisa del recuerdo sobre mi rostro…

Y la silueta.

La silueta de Eduardo Santos, con sus pinceles japoneses, la carpeta llena de papeles y el botecito con agua de mar, paseando por la orilla del atlántico, buscando un nuevo cielo, una nueva sensación para plasmar sobre el blanco y regalar a nuestros sentidos la inmensidad caprichosa del mundo que nos rodea. Los rojos y naranjas sobre azules en gamas a su antojo, la tranquilidad infinita…
Son mis sensaciones de hoy, un día gris de invierno, es mi recuerdo entrañable, es la satisfacción que me envuelve al contemplar todo un mundo vivo dentro de esta acuarela, obra de Eduardo Santos Guada.

Miguel Muñoz Yusta del Álamo